El origen de la serigrafía se remonta a la antigua China, hace aproximadamente 2000 años. En aquel entonces, la técnica se utilizaba para filtrar la tinta y obtener patrones sobre la seda, de ahí el nombre «serigrafía», que proviene de las palabras latinas «sericum» (seda) y «graphium» (escribir o dibujar).
Con el tiempo, esta técnica se expandió a otras culturas y regiones, y se fueron perfeccionando los métodos y materiales utilizados. En el siglo XVIII, llegó a Europa, donde se empleaba principalmente para la decoración de textiles y la impresión de papeles pintados.
No fue hasta el siglo XX que la serigrafía se convirtió en una técnica de impresión comercialmente viable y popular. Durante este período, se desarrollaron nuevas tecnologías y materiales que permitieron una mayor precisión y calidad en los diseños impresos.
Hoy en día, la serigrafía sigue siendo ampliamente utilizada en la industria de la impresión y la personalización, tanto a nivel comercial como artístico. Su capacidad para imprimir en una amplia variedad de materiales y su versatilidad en la reproducción de diseños coloridos la convierten en una opción preferida para la impresión de publicidad y personalización.